domingo, 18 de enero de 2009

Palabras de borracho --Enfrentando el racismo desde su cuna

Los recientes actos xenófobos en Europa oriental, junto a una que otra frase que escuché en algún lugar de La Mancha, me han motivado a escribir unas cuantas líneas para sustentar la tesis de que el racismo y la xenofobia existen en formas mucho más sutiles que la segregación y la violencia racial, y que es en esas instancias en las cuales hay que actuar para evitar sus consecuencias funestas. Nótese que en este escrito deliberadamente confundo tres tipos de fenómenos: el racismo, la xenofobia y lo que ahora se llama ser “políticamente incorrecto”. Los ejemplos que menciono pueden caer en una de estas tres categorías dependiendo si la fuente de la agresión es la raza, la procedencia o si, en lugar de una agresión explícita, lo que hay es una insensibilidad hacia estos fenómenos que se manifiesta en un lenguaje descuidado (como el “negro”, pronunciado “nigro”, en los Estados Unidos, o el “sudaca” en España). Sin embargo, los he mezclado con el fin de sugerir que los orígenes, las consecuencias y la forma de enfrentar la problemática podrían ser aproximadamente las mismas.

*** Diversos orígenes y niveles de racismo

Catalogar a un fenómeno como racista implica la capacidad de distinguir un evento racista de uno que no lo es, lo que de por sí es ya un problema teórico. Sin embargo, la literatura está llena de aproximaciones que pueden orientarnos: En primer lugar, podemos revisar la definición del racismo y la interpretación de sus orígenes: Para Weber, el racismo era una forma en que las personas pertenecientes a una clase social inferior encontraban alguien a quien colocar en una clase aún inferior a ellos. Para Durkheim, era un "chivo expiatorio" sobre el que la sociedad descargaba sus responsabilidades. Para algunos autores marxistas, el racismo es una parte del proceso de encubrimiento de las relaciones de explotación y dominación. Para Adorno, el racismo se corresponde con un tipo de personalidad autoritaria que se forma desde la infancia. Para Kristeva, desde un enfoque psicoanalítico, es una incapacidad del ego para manejar la presencia de lo diferente. H. Arendt lo identifica como un artificio creado en función de los intereses de una clase dominante. Finalmente, autores como Poliakov proponen definir el racismo como un mito que unifica elementos diversos del imaginario social en una representación simplificada del mundo. La idea racista tendría entonces la capacidad de integrar percepciones aisladas en una explicación simple (aunque no sólida) de los problemas que más aquejan a las personas (por ejemplo, la inseguridad, la falta de empleo, etc) junto con algunas de sus convenciones sociales (estéticas, religiosas, etc). El “chivo expiatorio” sería un mito que, por ende, se construye mediante el mismo proceso de repetición que se construyen todos los mitos.

Las explicaciones oscilan entre un enfoque sociológico que considera al racismo como un mecanismo producto de relaciones entre grupos sociales, un enfoque psicológico que se centra en la mente de un individuo en particular, y también un enfoque como explicación mítica construida a partir de ideas dispersas en la sociedad. Como todo en ciencias sociales, todos los factores podrían ser ciertos y darse con más fuerza en una u otra situación (por ejemplo, Weber llegó a su teoría tras notar que fueron los blancos pobres de los Estados Unidos quienes iniciaron el racismo contra los negros), así que el enfoque adecuado podría depender de la población bajo estudio.

Un segundo problema teórico es si el racismo existe como una manifestación única o si existe en diversos niveles. La literatura privilegia la segunda imagen. Taguieff, por ejemplo, señala tres niveles de racismo: a) Elaboraciones doctrinales o ideologías, b) Prejuicios, opiniones y actitudes, c) Conductas o prácticas (discriminación, segregación o violencia). Es fácil reconocer el racismo en las ideologías tipo nazi, apartheid o KKK; pero, para muchas personas, es muy difícil reconocerlo en sus propias conductas (cuando discriminan o segregan o agreden físicamente por motivos raciales), y es aún más difícil reconocerlo en sus prejuicios y actitudes. De hecho, Michel Wievorka postula que el racista no tiene conciencia plena de sus actos. El problema es aún mayor cuando consideramos que algunas actitudes, como el lenguaje empleado, la burla, el estereotipo e incluso la trivialización de la tragedia y de la protesta antiracista, son socialmente tolerados en muchos países, y el término “racismo” se reserva a las prácticas de discriminación y violencia. Los otros niveles del racismo son peligrosamente ignorados y allí se encuentra la importancia de hacer énfasis en la existencia de los mismos. En adición a la anterior, Wieviorka ha generado una clasificación basada en lo que llama "formas elementales del racismo": el prejuicio, la discriminación, la segregación y la violencia, y, de acuerdo con la presencia o ausencia de estos elementos, y sus alcances políticos, clasifica el racismo en cuatro niveles: Infraracismo, racismo en brotes, racismo politizado y racismo estatal.

Desde el punto de vista de las ciencias sociales, la identificación de un hecho como racista depende entonces del enfoque teórico de base y del nivel de racismo en que se pueda catalogar el evento en cuestión. Sin embargo, ya que a la palabra "racismo" le ha sido adjuntada una connotación peyorativa (como debe ser), es bien difícil que las personas acepten que exista algo de racismo en sus actitudes. Opiniones racistas pueden ser defendidas al ser consideradas criterios estéticos o valoraciones puntuales sin mayor alcance (p.ej., el caso explicado de que una frase aislada no es racista si no implica una conducta racista o la adhesión a una ideología), o se puede acudir a un sinnúmero de excusas populares que mencionaré más adelante; además, el énfasis en el tema genera resistencia; para la muestra, una frase de la vida real, que escuché en España: "Ahora todo lo que le pase a un ecuatoriano es racismo"...

*** El racismo es inexcusable

Malibu, California, USA: El 28 de julio de 2006, el actor y director Mel Gibson es arrestado por conducir a 140 km/hr y en estado de embriaguez. El oficial de policía a cargo del arresto reporta que Gibson pronunció varias frases ofensivas hacia los judíos, dado el origen del mencionado policía: "Fucking Jews... Jews are responsible for all the wars in the world... Are you a Jew?". El 29 de julio, Gibson emitió un comunicado de prensa diciendo que: "After drinking alcohol on Thursday night, I did a number of things that were very wrong... I acted like a person completely out of control when I was arrested, and said things that I do not believe to be true and which are despicable. I am deeply ashamed of everything I said and I apologize to anyone who I have offended". En pocas palabras, Gibson reconoce que, al haber estado borracho, estaba fuera de control y dijo cosas que no siente...

Menos conocido, Sergi Xavier es un pobre diablo nacido en España, quien saltó a la fama tras un video en el que se le ve entrar a un transporte público, hablando por teléfono, y según los testigos usando frases como "matar al moro", y de repente la emprende a palmadas, tocadas de seno y una violenta patada contra una joven ecuatoriana que simplemente iba sentada al lado opuesto, mientras le soltaba frases del tipo "inmigrante de mierda". Estos son apartes de su justificación frente a la prensa: "Cuando tú vas borracho, sabes lo que haces? No... yo ni me acuerdo casi... lo recuerdo borroso y me está costando recordarlo... nunca he tenido nada de racista"...

Estos son dos de los casos más sonados en los últimos años y, tristemente, son sólo la punta de un iceberg que amenaza al mundo entero. En ambos casos, los victimarios insultaron o agredieron a otra persona con motivaciones raciales o de procedencia, pero se justificaron de la misma manera: Estaban borrachos y no sabían lo que hacían... Tal defensa niega el racismo o la xenofobia y destaca el hecho como aislado e intrascendente. Aparte de la ebriedad, se encuentran muchas otras excusas para justificar acciones del mismo tipo: “estaba pasando por un mal momento y no sé lo que dije”, “sentí mucha rabia hacia esa persona y sólo dije algo que pudiera herirla, pero no porque yo lo piense así”, “él es así, habla sin pensar, es un bocón, dice locuras, pero es una buena persona”... El efecto en la argumentación es análogo al del alcohol, pues desvía la responsabilidad de la persona y la dirige hacia un factor adicional que se nos obliga a tener en cuenta.

Hay al menos dos puntos de vista desde los cuales este tipo de defensa al racismo puede ser criticada: Primero, es cuestionable el hecho de que hayan dicho algo que no pensaban, que usaron palabras incorrectas, etcétera: Qué hace usted cuando se emborracha? Sale a insultar judíos? Sale a patear ecuatorianos? Existe la mínima posibilidad de que, en estado de embriaguez, yo salga a asesinar africanos? Porque, si el alcohol tiene ese efecto, entonces debe ser prohibido y todo ser humano razonable debe renunciar a él; pero, si no es cierto, entonces no se puede responsabilizar al alcohol. El mismo silogismo podría ser aplicado a las otras excusas mencionadas, es decir, si usted no puede controlar sus reacciones o su forma de expresarse, usted necesita estar interno bajo tratamiento psiquiátrico; pero, si no es tan grave, entonces debe asumir su responsabilidad... En este orden de ideas, queda la sensación de que algo no anda bien con estas personas, que guardan pensamientos sólo frenados por convenciones sociales, y que de pronto estallan, pero, por supuesto, esto no es más que una sensación, no es una prueba, así que no voy a profundizar esta línea de argumentación. Ahora bien, en segundo lugar, independientemente de las convicciones reales del agresor, hay que detenerse en el efecto de estos pronunciamientos. Las convicciones del agresor son bien difíciles de probar, así que sólo nos quedan la sospecha a los desconfiados y la esperanza a los optimistas, pero las consecuencias de las palabras y acciones necesitan una discusión más profunda.

*** Las consecuencias del racismo

Nada tiene que ver que el agresor sea una buena persona. Nada tiene que ver que sólo haya hecho un pronunciamiento racista o xenófobo para herir a un contrincante, sin creerlo en verdad. Las ideas en política son peligrosas porque sus consecuencias se miden en litros de sangre. La tiranía humana ha creado heridas por doquier y el hablar sin pensar puede remover esas heridas y llevar a desgracias. En términos informales, digamos que cada acción desencadena su reacción, no es un incidente aislado del resto del universo, deja su huella en los demás, y por eso es que hay que criticarla. Cada expresión de racismo, sea suave o más fuerte, contribuye al fortalecimiento del mito. Las tenebrosas rejas eléctricas de Auschwitz no brotaron de la tierra como flores; crecieron alimentadas de la ignorancia del pueblo alemán. La sumatoria de los comentarios y acciones irresponsables lleva a la construcción de ideas socialmente toleradas y estas son el sustrato sobre el que se apoyan proyectos demenciales y genocidas, así que las tragedias racistas y xenófobas no se combaten cuando aparece el loco que vuelca una población hacia un proyecto genocida sino desde el momento en que dicho proyecto se empieza a construir con una palabra descuidada de un niño o adulto irresponsable. La historia está plagada de ejemplos de propaganda racista y xenófoba a la que le sigue la aparición de escuadrones de la muerte, como muestra clara del vínculo entre la palabra y la violencia... Una palabra que simboliza una violación a la dignidad humana no es una simple o infortunada palabrita. Los estadounidenses deben entender el efecto de llamarse a sí mismos "los americanos", los españoles deben entender el efecto de llamar a los árabes "los moros", los suecos deben entender la dimensión de llamar a los extranjeros los "svartkalle" (cabeza-negras). El ser políticamente correcto debe ser parte de la educación en un mundo globalizado.

Es por esto que toda acción racista o xenófoba debe ser examinada sin atenuantes, y acompañada de acciones educativas o policivas dependiendo de su gravedad. Desafortunadamente, mucha gente cree en los sistemas de excusas previamente mencionados y están convencidos de que viven en mundos bastante cercanos al rosa; nadie mide lo que un Mel Gibson piensa en verdad o no; y, lo peor, nadie mide las consecuencias de sus palabras. Cuántas “palabras de borracho” habrán caldeado Sudáfrica... y cada guerra de odio... y cada genocidio...?

*** Las soluciones

Lo que siento es que no hay que esperar a desarrollar todas las etapas del racismo (o la xenofobia) para que la sociedad actúe. No se puede esperar a que el racismo sea un acto criminal para enfrentarlo, sino que es necesario pararlo desde el momento en que es comentario irreflexivo o burla sin mayor pretensión. La educación en reconocimiento de los diferentes niveles de racismo, en los orígenes del racismo y lo que él nos dice de nuestra propia condición, así como en el uso de un discurso políticamente correcto (necesario por razones históricas), debe preceder a las acciones policivas contra criminales, a los cuales es muy sencillo señalar como enfermos desligados de un proceso que ha sido construido entre todos. Como ya dije, para Wievorka, el racista no tiene conciencia plena de sus actos, así que la solución pasa por crear conciencia tanto en el opresor como en la víctima. Yo pienso que hay muchos que sí la tienen y aún así trabajan arduamente por encontrar justificaciones; sin embargo, estoy de acuerdo en que la respuesta pasa por los actos educativos, sean manifestaciones explícitas de nuestro pensamiento o campañas de mayor alcance. Educación y cero excusas. La situación es, por supuesto, aún más preocupante cuando pensamos que cada manifestación pública de esas ideas es la expresión de muchos que las mantienen en privado, y que tal vez no influyen en sus amigos pero sí en sus hijos, lo que es una situación aún más complicada. Pero no veo otro camino distinto a intentarlo, así sea un camino plagado de sinsabores. Para no ir muy lejos, a mí, la defensa de estos principios me acaba de costar el perder una amistad, justamente mientras escribo estas líneas. Pero, por los millones de víctimas del racismo alrededor del mundo; por las dos muchachas ecuatorianas abusadas en España; por mis hijas, que son lo más importante, ni un paso atrás... Hay que enfrentar el racismo desde su cuna... Nadie dice que va a ser fácil.

*** Referencias

* Diccionario Crítico de Ciencias Sociales, Racismo, http://www.ucm.es/info/eurotheo/diccionario/R/racismo.htm
* Facebook, Grupo “No a la Xenofobia”, http://www.facebook.com/home.php?#/group.php?gid=23101347073
* Facebook, Grupo “No to Racism”, http://www.facebook.com/home.php?#/group.php?gid=21394226534
* Wikipedia, Mel Gibson DUI Incident, http://en.wikipedia.org/wiki/Mel_Gibson_DUI_incident


"We are not a minority!!!"

1 comentario:

Anónimo dijo...

Creo que tu reflexión es bastante acertada, después de vivir en Europa por un tiempo he aprendido que el temor de la gente a lo diferente o simplemente la inmensa necesidad de encontrar culpables por el mal funcionamiento de una sociedad, puede ser mas peligroso que un acto de violencia directa de caracter racista o xenofóbico. Infortunadamente para nosotros, los "extranjeros" en Europa, el racismo "inofensivo" es una práctica común, tolerada y altamente corrosiva.. que mina la confianza en ti mismo y genera miedo e incapacidad a lidiar con el nuevo sistema en el que vives. Pero lo más difícil es cuando ves este comportamiento en los niños que van a la escuela con tus hijos.. por eso tu final me tocó de una manera especial... por mis hijas, las hijas de mis amigas, mis amigos extranjeros y mis amigos Europeos conscientes del problema.. gracias por atreverte a hablar de racismo, xenofobia y demás.. de una manera directa, coherente e inteligente.
Siento lo de tu amistad perdida... pero cualquier sacrificio es aceptable en virtud de la importancia de los eventos.